Viriato emprende la conquista de Mérida

La historia del caudillo lusitano, interpretada por Verbo Producción con dramaturgia de Florián Recio y dirección de Paco Carrillo, llega al escenario del Teatro Romano de la capital extremeña para clausurar la 63. ª edición de su festival

Fernando Marcos interpreta al caudillo lusitano en Viriato.

Viriato luchó con todas sus fuerzas contra el poder de Roma. Tras ocho años de duras campañas consiguió la paz para el pueblo lusitano, pero fue traicionado por los suyos y asesinado. Se había convertido en un símbolo para las tribus enemigas de Roma, y no hay símbolo lo suficientemente fuerte que Roma no pueda doblegar.Estos últimos años de la vida del afamado caudillo lusitano del siglo II a. C., que fueron el germen de su mítica historia, son los que relata el montaje Viriato de la compañía extremeña Verbo Producciones; espectáculo que servirá para bajar definitivamente el telón de la edición número 63 del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida tras casi dos meses de representaciones.

Paco Carrillo dirige una obra montada a partir del texto inédito del dramaturgo Florián Recio, un relato escénico centrado en el lado más humano del personaje, con el que pretende invitar a hacer una reflexión sobre la guerra y la paz, al que darán vida nueve actores acompañados, como es común en las piezas clásicas, por un coro de 15 personas. «Exponemos a ese Viriato caudillo que acaba siendo asesinado y se convierte, una vez muerto, en mito. Nos interesaba más esta parte de su trayectoria vital porque es el Viriato más relacionado con los problemas del poder», explica el director.

Por su parte Recio, asegura que llegó a la figura del guerrero hispánico tras escribir hace un par de años para la misma compañía El cerco de Numancia, también representada en Mérida. «Investigando sobre este periodo histórico descubro a varios personajes, muchos héroes que lucharon, como en todas las guerras, y que eran posibles candidatos para una nueva obra. Pero entre todos ellos Viriato sin duda alguna brilla con luz propia, porque es el más simbólico para nuestra tierra, así que decidimos profundizar en el personaje», explica.

Una profundización compleja, pues a la falta de datos reales sobre su vida, no se sabe ni cuándo ni dónde nació, y todas las fuentes sobre él son escritores clásicos, sus enemigos romanos; se únela tergiversación y apropiación de su figura por parte de los sucesivos gobernantes peninsulares. «Cada etapa histórica lo ha querido arrimar el ascua a su sardina, y hay muchos Viriatos, pero nunca se ha visto un Viriato humano, una visión de cómo era la persona y no el personaje, y ése es el que a nosotros nos ha interesado», afirma el dramaturgo. A entender de Recio, la falta de datos sobre su vida para los historiadores es una desventaja, claro, pero para el dramaturgo «es una ventaja, porque el personaje es como una armadura vacía, y tú tienes la posibilidad de llenarla, de dotarla de cuerpo y de alma. Puedo construir a Viriato como quiera. Y en este caso hemos construido a un Viriato que sea interesante para el espectador del siglo XXI».

Así, Viriato pretende ser algo más que la narración de las peripecias del caudillo lusitano. «Viriato no es un héroe al uso, no era un santo para nada, sino un señor de la guerra que tiene una visión personal de la patria, de su libertad y muy orgulloso, porque él en realidad lo que quería era vengarse por el exterminio de su pueblo. Fue un caudillo más en la historia, y esa imagen es también la que queremos dar». Aquí introduce Recio la otra cara de la obra, su reflexión sobre las guerras, la visión de una gloriosa vida en armas y guerra perpetua, algo común en época de Viriato (y hasta hace bien poco), pero que para nosotros ya es una aberración repugnante.»No podemos seguir dignificando al héroe guerrero, y a la guerra misma. Por eso vemos a un Viriato reflexivo, rodeado de personajes reflexivos, y sobre todo es el coro el que pone la voz del siglo XXI para hacernos entender que la guerra es una aberración. Y más en la actualidad, con su enorme poder destructivo», recalca el autor.

Extracto del original pubiclado en elcultural.com.

 

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